Autor Tema: ¡¿Qué mierda?!  (Leído 17 veces)

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Desconectado Luisito

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¡¿Qué mierda?!
« en: Ayer a las 12:05:38 pm »
Conocí a una chica, después de unos mensajes la invité a salir. Resultó ser una ninfómana-psicópata-depresiva. Llega, con previo aviso, 15 minutos tarde. Me ve a lo lejos. Se acerca. Se sienta muy cerca de mi y clava su mirada en mis labios. Ve a su alrededor, se pierde en sus pensamientos, vuelve en si, me ve a los ojos, luego a los labios. ¿Te mueres por besarme, no es cierto?, le digo. Sí, si la dejo, dijo. Accedo. Al primer instante me besa la mejilla. Minutos más tarde, los labios. Luego toma con su mano la mía y se la coloca en las nalgas, vagina, tetas. Eran las 8 pm, estábamos en la plaza municipal. En este punto decidí abandonar todo juego y mis planes. Me dispuse a dejarme llevar y mirarla con los ojos de un Jack Kerouac o un Raymond Carver. Ya había tomado una decisión (alejarme de esta chica) así que sólo iba a esperar en qué finalizaba todo aquello. La invito a un café. Acepta. Ya en el café, comienza a decir cosas en doble sentido y lanzarme más miradas triangulares (ojos, boca, boca, ojos, sonrisa ninfómana. Repetir). Era hábil. Muy hábil. Se lo dije, Guau, eres muy hábil. ¿De dónde eres? Asegura que es local. Le resto importancia, pues ahora acariciaba su nariz con la mía. Acto seguido, pegaba su frente con la mía y mira fijamente a mis ojos. Yo veía su rostro borroso. Más abrazos, más doble sentido, más besos por toda la cara, más miradas de los otros clientes...ahora quiere sentarse en mis rodillas para, según ella, darme unos sentones. Es una puta, pensé. ¿Quién mierda hace eso, qué mujer de calidad hace eso en la primera cita? Me quería excitar. Aunque sus sentones eran buenos. Era demasiado hábil. Repite las caricias de naríz, sus miradas largas y profundas, besos a montones, pero agrega otro elemento: el llanto. Sin motivo, llora. Llora en mi pecho. Levanta su cabecita morena y veo las lágrimas en sus mejillas. ¿Por qué llora? Está tan feliz de encontrarme. Te digo, Hábil. Me habla de cosas fuera de contexto, por ejemplo, Por qué masturbarse ayuda reducir los dolores de cólicos, sobre su dildo morado, sobre sus planes de crear una cuenta en Only fans y aprovecha para mostrarme algunas fotos. Tienes un grano en la nalga, le digo. Aparta el cel. Más sentones, más besos. Me habla de sus pechos. Son pequeños, comienza, pero me gustan. Parecen de niñita. Lo sé, mis sujetadores lloran, y finaliza: ¿Quieres tocarlos? Meto mi mano por debajo de su blusa y alcanzo sus pechos. En efecto: son de niñita. Nota mi reacción y agrega: Prefiero tener una cinturita y nalgas que pechos grandes. Mi mano ya está fuera de nuevo. Salimos del café. Quiere que la tome de la mano. Hace y digo algunos comentarios graciosos. ¿Nos sentamos aquí? No, en esta otra, digo. Más plática extraña. Tiene 21 años y ha estado en psiquiatras y psicólogos. Tocó el cadáver de su madre cuando la encontró muerta debido a sobredosis. Por eso ahora tengo las manos permanentemente frías, agrega. Trabaja en un salón de belleza. ¿Su especialidad? Las uñas. Me muestra con orgullo las uñas de sus pies. No le veo el encanto. Me caen boronas de pan en la entrepierna. Se apresura a quitarlas y de paso me toca el miembro. Me habla acerca de cuan difícil es lograr que una mujer se moje rápidamente, pero ella lo estaba, gracias a mi. Quiere tener sexo. Le digo, Sí, pero hoy no. Es una chica verdaderamente extraña. Ahora rie, luego mira a la lejanía, es consciente de nuevo, me ve, sonríe como si fuera la primera vez y me besa. Eres muy cariñosa, eh. Se aparta. Establece los términos: relación sería o sólo sexo. Nada, ni siquiera te conozco, le digo. Quiere que le hable con la verdad. Relájate, le digo, solo disfruta el momento y ya. Okey, dijo. Me besa nuevamente (no hay reciprocidad. Nunca la hubo) Se aparta. Silencio. Decido finalizar la cita. Acepta. Saca su móvil. En la pantalla veo a su hija. Sí, madre soltera. Marca un número. Habla de otro modo. Risitas. Cuelga. ¿Te veré otra vez?, pregunta. Tal vez, respondo con más indiferencia que con verdaderas ganas. Llegan por ella. Ese Tal vez me gusta, dice. Se levanta, se despide y se marcha meneando mucho sus nalgas escuetas. Veo como se aleja con su compañera. Antes de irme hago un inventario de mis pertenencias. ¿Cel? Sí ¿Cartera, anillos, collar, llaves? Todo bien. Suspiro. Me levanto y me voy pensando como hay personas que la están pasando verdaderamente mal.

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